Entre la niebla, se podía divisar que era aquello que los observaba con tanta admiración... De pie se encontraba un ser pequeño, hermoso pero, con una presencia que espantaba a la más oscura de las almas. Vigilaba cada paso dado, cada suspiro, cada movimiento hecho por estos pobres seres atrapados en un sueño sin fin. Este ser necesitaba sus deseos de seguir, quería arrebatarle lo más real que las sombras tuvieron jamás.
Entre la sinfonía formada de la agonía cantada por la muerte, se escuchaba claramente a la vida arrojarse al vacío de estas almas. Los esqueletos no parecían entender que su estadía no era más que un plan macabro de este solitario ser, que había perdido todo por lo que existió alguna vez.
Era tanta su desolacíon, que se aferraba a la idea de que una de estas almas sería su salvación; deseaba tanto sentir esa energía que en ello olvidaba su propio lugar, su propio camino...
Ya no quería lo que era suyo, quería lo que estaba lejano a él, lo que nunca, jamás tendría y sólo lo quería para ver si aun podía sentir lo que es estar vivo...
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